Si los perros hablaran, usaran las palabras como los humanos, seguramente mudaríamos al escuchar de su boca sus historias. Sara, una perra mestiza de Granada, vivía a gusto por fin en un hogar, pero todo se torció de nuevo.
Sí, de nuevo. Llevaba varios años viviendo en familia, junto a otros perros y ahora esta perra se queda sola. Otra vez. ¿Lo peor? Que nadie pregunta por ella. “Llevamos semanas buscando una adopción para Sara, pero parece imposible”.
Son palabras de Rosita, la mamá humana de Sara. Sus caminos se cruzaron hace un tiempo. “Apareció tirada en Albolote –un pueblo de Granada –. Una conocida me habló de ella y a través del grupo teaming de rescate la tuvimos en residencia”.
Sara era una perra abandonada que no tenía ni el chip obligatorio
Las semanas pasaban y nadie preguntaba por ella. Nadie. “Pensé que la perra se había extraviado, que era de alguien. Estaba bien de salud, rondaba los 9 meses de edad y es muy buena”, recuerda Rosita. Han llovido cinco años desde entonces.
Pero en el veterinario comprobaron que Sara no tenía el chip obligatorio. Al ver que tras un año largo nadie se interesaba por la perra, Rosita no quiso dejarla en residencia y al final la incluyó en su familia.
Vivía con otros perros, en familia... hasta que llegó la separación
Todo iba bien. Sara estaba en un hogar, con una de las personas que se hizo cargo de ella desde el principio. Vivía en un cortijo con otros dos perros, con los niños, en familia. Hasta que llegaron las movidas de... los adultos.
Con la separación de su pareja vinieron los problemas. Rosita se mudó con sus hijos y no podía llevarse a los perros con ella. “A los otros dos les han salido adopción bastante rápido, ya están con sus nuevas familias, pero con Sara… no hay manera”.
Rosita se deshace en halagos al hablar de su perra. “Es muy cariñosa y tiene muy buen carácter. Con los niños se lleva estupendamente”. Con los únicos que no cuaja es con los gatos.
También dice de Sara que es una perra muy activa. “Lo suyo sería que su nueva familia tuviera algo de terreno, un jardín o, aunque vivan en piso, que salgan mucho al monte”. El animal necesita desfogar energía.
En este ir y venir de media custodia compartida de la perra, la máxima preocupación de Rosita es justo que Sara se haya quedado sola de nuevo.
“Es una perra muy buena y me da igual llevarla a otra provincia de España. De hecho, me gustaría entregarla yo misma a su nuevo hogar, quiero saber dónde y con quién estará mi animalica”, dice Rosita emocionada.
Tomar este tipo de decisiones no es nada fácil y más poner por encima el bienestar del animal para que esté de nuevo en compañía, en familia, en un hogar. ¿Le echas una pata a Sara.
