Debby Poulsen, la protagonista de esta historia, es una gran amante de los animales: tiene cuatro gatos y es voluntaria de Indy Feral, según publican nuestros compañeros de Wamiz Italia.
Un día cualquiera, hace ya varios años, se encontró con un perro callejero vagando cerca de su casa y decidió alimentarlo.
Una mujer con un corazón enorme
Durante dos años, Debby cuidó del animal puesto que se cruzaba a diario con él. Aunque el perro jamás se acercó lo suficiente como para verlo de cerca, tocarlo y/o rescatarlo.
Tras muchas semanas dándole de comer, el perro se aproximó a Debby. En ese instante, la mujer comprobó el lamentable estado de salud del animal. El can tenía llagas en todas las partes de su cuerpo, un problema en un ojo y un collar de acero presionando su cuello.
¡Ayuda urgente!
Fue entonces cuando Debby se preocupó mucho por el estado de salud del perro y decidió llevarlo al Centro de Control de Animales de Indianápolis (Estados Unidos) para que lo cuidasen.
Una vez allí, la mujer rellenó varios formularios e extendió un cheque. Y desde ese momento, comenzaron los problemas en su vida.
Cartas absurdas
Debby recibió varias denuncias por maltrato, ya que su perro (a ojos de la Institución) estaba en pésimas condiciones, no tenía las vacunas necesarias y no estaba identificado con el correspondiente chip.
Atónita, explicó por activa y por pasiva que el animal no era su perro. Ella solo quería ayudarlo, pero para el refugio la situación era otra: si la mujer llevaba dos años cuidando del cuadrúpedo, el perro era suyo.
Preocupada únicamente por la salud del can, Debby aceptó pagar la correspondiente multa por ''maltrato'' y hacer todo lo posible por darle al animal la vida que siempre mereció.