Todo empezó cuando Nicole, una residente alemana, adoptó a dos gatitas negras, demostrando que el compromiso y el amor por los animales van más allá de la apariencia. Y es que, una de ellas, no tenía la mejor de las presencias, pues presentaba síntomas de infección y hongos.
Un año más tarde, Nicole había conseguido sanar a Eli, de color negro azabache, con éxito, aunque esta había desarrollada una extraña mancha blanca en su espalda.
Cabe destacar que la gata había sido negra toda su vida, a excepción de las típicas motitas blancas en el hocico y patas típicas de esta raza.
Preocupada por la mancha blanca de su espalda, que además iba ganando espacio en el pelaje de Eli, Nicole decidió llevarla al veterinario. Fue entonces cuando la alemana descubrió que Elli tenía vitiligo.
Aunque la causa exacta del vitiligo sigue siendo un tema de investigación, se cree que puede estar relacionado con trastornos autoinmunitarios, factores genéticos o incluso desencadenantes ambientales.
A diferencia de otras condiciones de la piel, el vitiligo no es doloroso ni contagioso. No obstante, es crucial que los propietarios de mascotas busquen asesoramiento veterinario ante cualquier cambio notable en el pelaje o la piel de sus animales, ya que no todos los cambios de pigmentación son atribuibles al vitiligo y pueden ser señales de otras condiciones de salud.