Aquel 15 de abril, Nathan se dirigía a casa de un amigo cuando notó algo negro en la carretera. Al acercarse, descubrió que era su gato, Loki, que yacía en el suelo, inmóvil.
Devastado, Nathan recogió al animal, de pelaje negro, una curva en la cola y una cicatriz en la oreja. "En cuanto lo vi, empecé a llorar", afirmaba Sonoras en redes sociales.
Un triste entierro
Convencido de que era su querido compañero, lo enterró en su jardín con profunda tristeza y lágrimas en los ojos. Y es que, desde que había adoptado a Loki tres años antes, se habían vuelto inseparables.
Un maullido que lo cambia todo
Al día siguiente, Nathan compartió la triste noticia con su padre cuando, de repente, un maullido familiar lo interrumpió.
Para su asombro, ahí estaba Loki, frente a él. Nathan no podía creerlo: ¿cómo podía ser posible que el gato que había enterrado la noche anterior estuviera de pie frente a él?
Entonces, comprendió lo ocurrido: el gato que había enterrado no era Loki, sino otro felino que se parecía sorprendentemente a él.