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poema a un gato
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Día Mundial de la Poesía: 5 poemas a un gato cortos y preciosos

Por Ismael G. Cabral Periodista

Publicado el

Estos cinco preciosos poemas a gatos son especiales porque ofrecen una mezcla única de intimidad, humor, simbolismo y perspectiva que puede ser tanto profundamente personal como universalmente relevante.

Leer poesía alberga una doble calidad. Por una parte, te procura placer; el simple agrado de descubrir una bella forma de escritura. Por otra, te procura una reflexión sistemática. Además, no solo en términos meramente lingüistas, sino también interpretativos.

Hoy, en el Día Mundial de la Poesía, hemos querido hacer un enlace entre esta forma de arte que ha sobrevivido durante miles y miles de años y el universo de Wamiz, el de los animales. Y no es la primera vez que conectamos animales y arte.

Volviendo a las metáforas, las hipérboles o las metonimias, te dejamos con los cinco poemas de Gloria Fuentes, Rafael Alberti, Marisa Alonso Santamaría, Lidia Villalobos y Pablo Neruda que hemos escogido para conmemorar la citada fecha.

El quinteto al completo tiene como protagonista a perros y gatos… Si eres amante de ambos, animales y poesía, estamos seguros de que los vas a disfrutar.

5 Poemas a un gato

Los poemas escritos para los gatos son especiales por varias razones, y su singularidad puede ser apreciada desde diferentes perspectivas:

1. Mi gato garabato. Gloria Fuertes:

—¿Qué es eso que tienes, Gato Garabato?
—Esto es un juguete muy barato.

Es un cohete-juguete, que me lleva a la Luna en un periquete.

—¿Qué es un periquete?
—Un periquete es... ¡Un momento!

Dijo un momento y se lo llevó el viento como a María Sarmiento.

El Garabato en su cohete barato surca el espacio.

El gato Garabato aluniza despacio.

El Gato Garabato no se encuentra nada en la Luna.

GATO: Un volcán que no funciona, y ni una sola persona.

No hay tejados en la Luna, y yo soy gato.
No hay poetas en la Luna, y yo soy gato.
No hay sardinas en la Luna, y yo soy gato.
No hay ratones en la Luna, y yo soy gato,
aquí no tengo nada que hacer,
este astrofio me extraña,
me vuelvo a España.
Y en su cohete
-juguete raudo como una centella,
regateando a una estrella,
—el gato regateando—.
Más veloz que en un avión, regresa a su población.

GATO: ¡Hola chicos!
¡Viva el arte!
Como en «casita», en ningún parte.

2. A Niebla, mi perro. Rafael Alberti:

«Niebla», tú no comprendes: lo cantan tus orejas, 
el tabaco inocente, tonto, de tu mirada, 
los largos resplandores que por el monte dejas, 
al saltar, rayo tierno de brizna despeinada.

Mira esos perros turbios, huérfanos, reservados, 
que de improviso surgen de las rotas neblinas,
arrastrar en sus tímidos pasos desorientados 
todo el terror reciente de su casa en ruinas.

A pesar de esos coches fugaces, sin cortejo,
 que transportan la muerte en un cajón desnudo; 
de ese niño que observa lo mismo que un festejo 
la batalla en el aire, que asesinarle pudo; 
a pesar del mejor compañero perdido, 
de mi más que tristísima familia que no entiende 
lo que yo más quisiera que hubiera comprendido, 
y a pesar del amigo que deserta y nos vende; 
«Niebla», mi camarada, 
aunque tú no lo sabes, nos queda todavía, 
en medio de esta heroica pena bombardeada, 
la fe, que es alegría, alegría, alegría.

3. El perro y el gato, un poema para explicarle a los niños el valor de querer a los animales. Marisa Alonso Santamaría:

El  perro y el gato
es por tradición,
siempre se pelean
es su condición.

Por eso en el barrio
no pueden creer,
que estos animales 
se lleven tan bien.

Desde pequeñitos
crecen a la vez,
en la misma esquina
juegan a correr.

El perro es pequeño,
el gato muy grande,
pero en la distancia
parecen iguales.

El perro ladrando,
y el gato maullando,
juegan siempre juntos
saltando y brincando.

4. Gato solitario. Lidia Villalobos:

Gato solitario que te escondes
en la noche más triste y más oscura,
tu silueta se confunde tras la verja,
entre líneas dibujadas de amargura.

Gato misterioso, silencioso,
que has fijado tu mirada en mis pupilas,
de pelo gris, perfecto y esponjoso,
pareciera que hasta robases la vida.

¿Qué haces aquí, hermoso gato?
no parece que en la calle esté tu huida,
ojos grises y brillantes, perfil fino,
firme orejas, cola larga, maravilla.

Te miro y me consumes hasta el alma,
desprendes esa paz que luego enturbias,
condena y libertad a partes iguales,
sueño, despertar y pesadilla.

Pero…¡¡gato solitario, no te vayas!!
Acompaña un poco más a este mendigo,
que perdió también en la noche las entrañas
y ahora vive por la noche consumido.

5. Oda al gato. Pablo Neruda:

Los animales fueron imperfectos,
largos de cola, tristes de cabeza.
Poco a poco se fueron componiendo,
haciéndose paisaje,
adquiriendo lunares, gracia, vuelo.

El gato, sólo el gato
apareció completo y orgulloso:
nació completamente terminado,
camina solo y sabe lo que quiere.

El hombre quiere ser pescado y pájaro,
la serpiente quisiera tener alas,
el perro es un león desorientado,
el ingeniero quiere ser poeta,
la mosca estudia para golondrina,
el poeta trata de imitar la mosca,
pero el gato quiere ser sólo gato
y todo gato es gato
desde bigote a cola,
desde presentimiento a rata viva,
desde la noche hasta sus ojos de oro.

No hay unidad como él,
no tienen la luna ni la flor
tal contextura:
es una sola cosa
como el sol o el topacio,
y la elástica línea en su contorno
firme y sutil es como
la línea de la proa de una nave.
Sus ojos amarillos
dejaron una sola ranura
para echar las monedas de la noche.

Oh pequeño
emperador sin orbe,
conquistador sin patria,
mínimo tigre de salón, nupcial
sultán del cielo
de las tejas eróticas,
el viento del amor
en la intemperie
reclamas cuando pasas
y posas cuatro pies delicados
en el suelo, oliendo,
desconfiando
de todo lo terrestre,
porque todo es inmundo
para el inmaculado pie del gato.

Oh fiera independiente
de la casa, arrogante
vestigio de la noche,
perezoso, gimnástico y ajeno,
profundísimo gato,
policía secreta
de las habitaciones,
insignia de un desaparecido terciopelo,
seguramente no hay enigma
en tu manera,
tal vez no eres misterio,
todo el mundo te sabe y perteneces
al habitante menos misterioso,
tal vez todos lo creen,
todos se creen dueños,
propietarios, tíos
de gatos, compañeros,
colegas, discípulos o amigos
de su gato.

Yo no.
Yo no suscribo.
Yo no conozco al gato.
Todo lo sé, la vida y su archipiélago,
el mar y la ciudad incalculable, la botánica,
el gineceo con sus extravíos,
el por y el menos de la matemática,
los embudos volcánicos del mundo,
la cáscara irreal del cocodrilo,
la bondad ignorada del bombero,
el atavismo azul del sacerdote,
pero no puedo descifrar un gato.
Mi razón resbaló en su indiferencia,
sus ojos tienen números de oro.

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