¿Está tu gato mimado? Los michis son animales independientes que, aunque llevan siglos conviviendo con humanos, siguen siendo bastante suyos. A diferencia de los perros, no siempre demuestran su cariño de forma tan evidente.
Pero eso no significa que no estén profundamente apegados a sus personas favoritas… sobre todo si son gatos mimados. Y es que cuando un gato consentido sabe que puede salirse con la suya, no tarda mucho en convertirse en el verdadero rey de la casa. ¿Te suena familiar?
Gato mimado: 5 cosas que lo delatan
Con estas 5 señales muy felinas sabrás si tienes a un auténtico gato misma en casa, ¡atenta!
1. Te "habla" todo el tiempo
Los gatos han desarrollado el maullido como forma específica de comunicarse con los humanos. Si tu minino maúlla con frecuencia para pedirte comida, atención o simplemente porque quiere que lo mires, es probable que tengas un auténtico gato mimado.
Algunos maullidos son tiernos, otros exigentes… pero todos tienen el mismo propósito: conseguir lo que quiere.
2. No tolera las puertas cerradas
Para un gato consentido, la casa entera es su territorio. Y eso incluye cada habitación. Si alguna puerta está cerrada, lo más seguro es que tu minino proteste hasta que la abras.
Ya sabes: en una casa con gatos mimados, las puertas son solo decoración.

3. Tiene un poco de sobrepeso
Un gato mimado no conoce el significado de "la hora de comer". Si maúlla, le llenas el plato. Si te mira con esos ojos irresistibles, le das un premio. Y así, poco a poco… llegan los kilitos de más.
Eso sí, ¡un minino feliz también necesita estar sano! Por eso es fundamental mantener una dieta equilibrada y visitar al veterinario con regularidad.
4. Duerme en tu cama (como si fuera suya)
En muchos hogares con gatos mimados, dormir bien es un lujo… para los humanos. Porque tu minino se instala en la cama, se acomoda en el sitio más mullido y tú acabas durmiendo de lado, encogido o con un pie colgando, solo para no molestarlo.

5. Su felicidad es tu prioridad
Al final del día, un gato mimado es un gato feliz. Y eso también hace feliz a su humano.
No hay nada de malo en tener un gato consentido, siempre que su bienestar (y el tuyo) estén bien cuidados. Darle cariño, atención y cuidados no es malcriarlo: es construir un vínculo fuerte y especial.