Un agradable paseo por la playa con su perro se convirtió de repente en una pesadilla para Elena Morilla, la dueña de un pequeñín llamado Mango. La joven vivió un episodio de lo más desagradable por culpa de algo que se puede encontrar en cualquier costa.
El suceso ocurrió tuvo lugar en una tranquila mañana de la primavera del 2021, en la localidad gaditana de Caños de Meca.
¡Cuidado con los cebos de los pescadores!
Ya sabemos que los perros son glotones por naturaleza y es por ello que hay que estar extremadamente atentos cuando paseamos con ellos junto a cañas de pescar y los útiles varios de los pescadores.
En este caso, Mango aprovechó un pequeño descuido de su dueña para acercarse al maletín de un pescador que tenía clavada su caña en la orilla y, sin margen de reacción, se comió uno de los cebos que el hombre guardaba para utilizar posteriormente.
La mala suerte fue que el cebo estaba enganchado a un anzuelo que el perro se tragó de forma inmediata, poniendo en máximo peligro su vida automáticamente.
Nunca tirar del hilo
La reacción más instintiva habría sido tirar del hilo que sobresalía de su boca para intentar extraerle el anzuelo, pero este habría sido un error fatal, ya que a buen seguro le habría producido un desgarro interno muy importante.
Por suerte, su dueña tuvo la sangre fría suficiente como para no hacer nada y llevar directamente a su perro al Hospital Veterinario Costa de la Luz, en la localidad vecina de Conil.
Allí examinaron al perro y, tras realizarle una primera radiografía, comprobaron que, efectivamente, un anzuelo avanzaba por su aparato digestivo, afortunadamente sin causarle ningún daño interno al animal. No obstante, su vida seguía corriendo un serio peligro.
Claudia Fernández, la veterinaria que atendió a Mango, optó por dejar al perro en observación durante 48 horas, prescribiendo una dieta consistente agua abundante y espárragos blancos.
La radiografía posterior resultó satisfactoria. Se apreciaba cómo el anzuelo avanzaba sin causar daños, mientras que el perro se encontraba aparentemente bien, como de costumbre, alegre y juguetón.
De lo contrario, la veterinaria ya había advertido que se vería obligada a intervenir quirúrgicamente para extraer el anzuelo en una operación de urgencia invasiva y arriesgada.
Por suerte, la historia tuvo un final feliz. El pequeño Mango terminó expulsando naturalmente el anzuelo dos días después, tras muchas horas de máxima incertidumbre y preocupación.
Tanto la veterinaria como la dueña del perro quisieron dar voz a su caso para concienciar a otras personas y evitar que este tipo de incidentes tan comunes no vuelvan a ocurrir.