El sórdido caso de crueldad animal de esta pareja salió a la luz hace casi un año, cuando las autoridades consiguieron finalmente localizarla en Mountain Ash, al sur de Gales.
La asociación RSPCA había intentado acceder a la casa de Perry y Thomas en múltiples ocasiones tras recibir numerosas quejas sobre las condiciones en las que vivían sus 11 gatos.
Buscados por la RSPCA
Cuando llegaron al domicilio, varios transportines abandonados yacían esparcidos por el jardín, las moscas infestaban la ventana de la cocina y un fuerte olor a orina de gato emanaba del buzón.
Más tarde, la inspectora Cooper vio a Perry llevando una bolsa de la compra notablemente pesada mientras paseaba a su perro. Tras la investigación, se descubrió que la mujer llevaba metidos 4 gatos en la bolsa.
Cuatro gatos, un transportín
Finalmente, la pareja accedió a regañadientes a que la inspectora entrara en su casa, donde encontró heces de gato esparcidas por toda la casa.
Dos de los gatos fueron encontrados en una jaula para cobayas, sin agua ni arena. Además, los felinos sufrían diversos problemas de salud, como pérdida de pelo y pulgas, y todos estaban muy por debajo de su peso normal.
Tristemente, uno de los gatos tuvo que ser sacrificado. El veterinario que los examinó describió el estado del animal como "una grave incomodidad física con estrés".
Una condena firme
Tras la denuncia formal, Perry y Thomas fueron condenados a trabajos en beneficios de la comunidad, a varias multas y a una prohibición de cuatro años para tener animales.
Los gatos, por su parte, recibieron la atención veterinaria adecuada y posteriormente se les encontró un nuevo hogar.