La mayoría de los veterinarios cuentan con una lista de anécdotas tan curiosas como inusuales. Pero con eso y con todo; algunos doctores se siguen quedando helados ante determinados casos. A las pruebas nos remitimos.
Un propietario llegó a la consulta veterinaria con un gato de ocho semanas de vida que presentaba signos de estreñimiento grave. Llevaba cinco días sin poder hacer sus necesidades. Y por si eso fuese poco, el animal se mostraba un tanto agresivo, sobre todo cuando el doctor intentaba palpar su abdomen, que estaba duro como una roca.
Tras intentarlo varias veces, la doctora terminó anestesiándolo para poder manipularlo. Acto seguido, le hicieron una radiografía.
¿Qué tiene el gato en su barriga?
Otro comentó atónito: "¿Hay un pene en mi pantalla?". "No me extraña que el gato fuera agresivo", escribió un tercero.
Nada más lejos de la realidad. La radiografía reveló algo muy diferente. Mientras los intestinos del gato estaban completamente vacíos, la veterinaria descubrió que el estómago del felino estaba completamente lleno de heces. Los excrementos se apreciaban comprimidos y la masa parecía estar dura como una piedra.
Al parecer, el gatito se había comido sus propias heces del arenero y también el resto de la arena que había en la caja, y todo ello se había apelmazado en su estómago.