A veces la naturaleza nos sorprende con criaturas fascinantes, majestuosas… y otras veces nos da "gato por liebre".
Hoy, presentamos al famoso gatolebra, también conocido como gato culebra, gato serpiente, o sencillamente “eso que no debería existir, pero aquí estamos”.
Un supuesto equipo de biólogos ha descubierto en plena selva amazónica una nueva especie de felino que no tiene pelo y no tiene pinta de querer que lo cojas en brazos.
En lugar de eso, está cubierto de escamas brillantes, se desliza silenciosamente entre la maleza y te mira como si fueras su próxima víctima o, peor aún, su humano.
🧬 ¿Felino? ¿Reptil?
El gatolebra tiene el cuerpo delgado y alargado de un felino salvaje, pero con un detalle perturbador: su piel está formada por escamas de colores, exactamente como una serpiente venenosa.
Tiene ojos rasgados, lengua bífida y una capacidad camaleónica para camuflarse entre los troncos y las hojas como si fuera un personaje de Pokémon.
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Aunque parece sacado de un laboratorio secreto de villanos con bata blanca, los informes (totalmente inventados, por supuesto) aseguran que se trata de una especie natural, resultado de millones de años de evolución, probablemente para sobrevivir en una selva llena de turistas con cámaras.
📸 Una imagen que vale mil sustos
Las imágenes captadas (con 100% retoque digital, faltaría más) muestran al gatolebra en su hábitat: acechando desde las sombras, deslizándose como si tuviera columna vertebral de goma, y en general, pasándolo bien siendo el centro de todas las pesadillas de los veterinarios.
Se dice que emite un sonido entre el bufido de un gato enfadado y el siseo de una serpiente molesta. Ideal para despertarte por la noche si se te sube a la cama.
🗓️ ¡Feliz Día de los Inocentes! (o April Fools, si eres más internacional)
Pero no te preocupes: el gato serpiente es tan real como ese gato que limpia su arenero solo o el perro que entiende lo que dices cuando le explicas tus dramas.
Hoy es 1 de abril, y desde Wamiz hemos querido sumarnos a las bromas del April Fools con esta historia que, aunque no sea cierta, nos encantaría que lo fuera.
Porque admitámoslo: todos queremos un gatolebra que nos quiera… o al menos que no nos muerda.