La niña, de 12 años de edad, estaba aquel día en su casa de Texas, Estados Unidos, resfriada y con fiebre. Sola en casa, de pronto se vio sorprendida por unos extraños gruñidos.
Se trataba de un débil y jadeante gemido proveniente de la esquina de su habitación: su pequeño cachorro, de nombre Buddy, luchaba por respirar.
Como su madre no respondía al teléfono, la joven tomó la iniciativa sin pensárselo dos veces.
Un plan desesperado
Sin dudarlo, la niña cogió las llaves del coche. Nunca antes había estado al volante, pero el miedo de perder a su mejor amigo era mayor que cualquier temor.
Metro a metro, se abrió paso por las calles de su pequeña ciudad, situada en el estado de Texas, firmemente decidida a salvar a su mejor amigo.
La niña recorrió más de un kilómetro y medio, cuando de repente las luces azules de la policía se reflejaron en el retrovisor.
El encuentro con la policía
El agente de patrulla que detuvo el coche se esperaba cualquier cosa, menos una niña al volante. Cuando abrió la puerta, vio a la pequeña llorando y al cachorro, con visibles dificultades para respirar.
Inmediatamente, comprendió que no se trataba de ningún robo, sino de una emergencia veterinaria que ponía en peligro la vida de un animal.
El agente cogió a Buddy en brazos, sentó a Emily en el asiento del copiloto de su coche y se dirigió a toda velocidad a la clínica veterinaria más cercana, con la sirena encendida.
“Tiene una hija extraordinaria”
Poco después, la madre de la niña llegó a la clínica, completamente descompuesta.
Allí, el policía se acercó a ella y le dijo con calma: "Normalmente, le habría dicho que educara mejor a su hija. Pero, ¿sabe qué? Ha criado a una joven fuerte, valiente y compasiva. Solo tenemos que trabajar para que, dentro de unos años, conduzca por el lado correcto de la carretera."
Hoy, Buddy está bien y la joven se ha convertido en la pequeña heroína de su ciudad.