Todo empezó con el coronavirus
Aunque su uso dejó de ser obligatorio, la consecuencia inmediata que trajo la COVID-19 fue el uso masivo de mascarillas. Las vimos de todo tipo, aunque las más comunes suelen ser las quirúrgicas de papel desechable, esas cuyo uso es efímero y que son prácticamente para usar y tirar.
Por desgracia, hay personas maleducadas que terminan tirando al suelo este tipo de mascarillas, ensuciando las calles y contaminando la naturaleza. Y lo peor es que aquí no termina el problema.
Y es que estas mascarillas que los incívicos arrojan al suelo muchas veces huelen a comida por el aliento constante de la persona que las ha utilizado y este olor las convierte en reclamo de mascotas o animales salvajes, que las ingieren sin vacilar. Es entonces cuando la situación puede tornarse realmente dramática...

Un perro operado de urgencia
El ejemplo de los peligros que entrañan este tipo de prácticas incívicas lo personalizamos en Gibbs, un perrito de lo más sano que vive en Boston y que, lamentablemente, se tragó una mascarilla de papel entera.
El pobre animal comenzó a sentirse mal al poco tiempo y tuvo que ser trasladado de urgencia al veterinario, donde le hicieron una radiografía que reveló lo que tenía dentro. Nada más comprobarlo, el profesional tuvo que operarlo de urgencia.
La Boston Animal Rescue League fue quien se ocupó del perro, que por suerte pudo salvarse de aquel trance, pues fue operado apenas cinco horas después de ingerir la mascarilla. Posteriormente, esta asociación advirtió de los riesgos de estas mascarillas y de la importancia que tiene el depositarlas en la basura, como debe ser.
Recuerda que, ante la más mínima sospecha, obviamente debes consultar a tu veterinario. En cuanto a Gibbs, ¡se recuperó y sigue tan simpático como siempre!