A tenor de datos publicados por activistas en redes sociales, la región australiana de Nueva Gales del Sur está repleta de criaderos de perros sin ningún tipo de control.
Mientras que en otras zonas del país, como Down Under, este tipo de instalaciones están prohibidas; en Nueva Gales del Sur se cuentan alrededor de 200 criaderos de diferentes razas caninas ―debido a las lagunas legislativas locales― donde los perros están, según sus criadores, bien cuidados.
Sin embargo, no siempre es así. Diversas organizaciones de derecho animal aseguran todo lo contrario y luchan desde hace años para que el gobierno controle las llamadas ''granjas de cachorros''.
Perros en condiciones lamentables
Debra Tranter es una activista que descubrió en 2019 el símbolo de la tragedia que se vive todos los días, según ella misma relata, en esas ''fábricas de cachorros''.
Durante una visita a un criadero, Tranter encontró a una pequeña hembra de beagle acurrucada en un rincón oscuro del granero.
La perra estaba aterrorizada, y a su alrededor proliferaban los excrementos, la orina y las ratas. Además, su cuenco de agua estaba cubierto con una capa verde de moho.
Cuando la mujer miró a la perrita a los ojos, su corazón se partió en mil pedazos, pero aquello no acabó allí: se escuchaba el llanto de un cachorro.
El escondite de las crías
Las crías de beagle estaban escondidas tras una pared. La mujer vio un hueco en un muro y no dudó en mirar allí. ''Descubrí una camada de cachorros de beagle acurrucados en ese lugar. Pienso que la madre los había escondido para protegerlos de los otros perros que vivían en el granero'', comentó Tranter en redes sociales.
Acto seguido, Tranter, junto a otros activistas, pusieron en marcha una petición con la esperanza de un cambio de ley (Ley de Oscar) que pueda salvar a más perros de criaderos como este en esa región de Australia.
A día de hoy, cinco años después del suceso, dicha ley no se ha aprobado todavía.