8 h 30 de la mañana del pasado 25 de enero. Los primeros empleados de la SPA de Vaux-le-Pénil, al sur de París, llegan como cada día a la perrera.
El comienzo de la jornada es desolador: el equipo se encuentra con un perro atado a la valla del refugio.
Una gran angustia emocional
Abandonado de forma cruel, el gran perro, cruce de pastor, solo tenía un arnés mal ajustado, una correa y una manta como único consuelo.
Aunque el equipo intentó tranquilizar al animal, estaba tan asustado que se mostró agresivo y tuvieron que contenerlo con una pértiga para garantizar su seguridad y la de los empleados. Por desgracia, se hirió la boca al forcejear.
Un angustioso momento
Completamente desorientado, el perro se quedó postrado en el suelo, aullando. Finalmente, el equipo logró que se moviera gracias a la manta, ya que el animal aceptó seguir el único objeto cuyo olor le resultaba familiar y reconfortante.
Consternada por tanta angustia, la SPA de Vaux-le-Pénil documentó el abandono en redes sociales y recordó su difícil situación: en enero, el refugio registró diez casos de abandono al día.
Es evidente el problema al que se enfrentan los refugios: el espacio es limitado y no pueden acoger a todos los animales.