Los perros mienten. Desviar la atención, fingir que la regañina no va con ellos, o engañar por simple diversión también es cosa de perros. Pero con esa cara de adorables que se gastan, ¿por qué los perros iban a mentir y manipular?
¿Por qué los perros mienten y manipulan a sus dueños?
La habilidad de mentir se ha relacionado durante mucho tiempo solo con los humanos. En los últimos años, estudios de etología han investigado la posibilidad que tienen algunas especies animales de mentir, entre ellas el perro.
La respuesta al motivo por el que los perros mienten es muy sencilla: por comida. ¿Cuántos perros conoces que se pirren por la comida? Sin embargo, lo curioso del experimento es ver cómo usan la mentira para su objetivo final.
Cómo usa el perro la mentira: el guía cooperativo y el guía competitivo
Después de entrenar a los 30 perros de diferentes razas, se puso en marcha el estudio de un científico de la Universidad de Zúrich, investigación publicada Animal Cognition, que tenía como objetivo mostrar cómo los canes utilizaban la mentira para sus propios fines.
A los perros se les presentaron dos tipos de guías: uno les daba generosas recompensas de comida, mientras que el otro les mostraba el premio y luego lo guardaba en sus bolsillos.
Las tres cajas del experimento
La labor de los perros era guiar a cada ‘bueno’ y ‘malo’ hacia tres cajas distintas:
- Una que contenía una comida clásica de perro (una galleta).
- Otra tenía una recompensa más apetitosa (una salchicha).
- Y a última caja estaba vacía.
Los perros mienten: resultados del primer día
Los perros llevaron a la persona más cooperativa a la caja de comida. Era la tendencia clara que observaron los investigadores desde el primer día.
Fieles a sus roles, los guías continuaron dándole al perro su recompensa o, por el contrario, dejándola en sus bolsillos. Los perros cambiaron totalmente de actitud tras el primer día y varias pruebas.
Los perros mienten para conseguir más comida: día dos
Al segundo día, los perros sabían qué humano estaba en la categoría buena o mala. Y los perros llevaron a cabo estrategias para conseguir lo que querían: más comida.
Los perros con guías que daban la recompensa a su respectivo perro, de hecho, siempre indicaban la caja que contiene comida, fueran galletas o salchichas.
Por otra parte, los perros que no recibían premio de sus guías cambiaron de táctica: ya no iban a la caja que contenía la comida, sino que casi siempre mostraban la vacía, con la intención de cambiar la actitud del humano en cuestión.
Ahí se demuestra que los perros mienten: distrajo hábilmente la atención del competidor (el guía ‘malo’) para aumentar sus posibilidades de obtener comida.
En ese segundo día, los perros estaban más interesados en señalar la caja de comida al humano cooperativo (el ‘bueno’) que al humano competitivo (el ‘malo’). Estos resultados son interesantes en dos niveles:
- Muestran la capacidad del perro para distinguir al humano cooperativo del humano competitivo.
- También muestran la capacidad del perro para usar el engaño táctico y así aumentar las posibilidades de obtener su recompensa.
El perro miente inconscientemente
“Los perros, a los que durante siglos se juzgó incapaces de disimulo, pueden engañar a sus propios amos con el fin de conseguir sus propósitos. Son capaces de emplear distintas argucias y zalamerías aprendidas de la experiencia”.
Los perros son zalameros por naturaleza
Zalamerías, ¿te suena el engaño de tu perro? Las palabras de arriba son de Miguel Catalán, profesor de Ética de la Comunicación de la Universidad Cardenal Herrera-CEU de Valencia y quien en 2003 publicó un ensayo sobre ‘Antropología de la mentira’ que también habla de los animales.
Por otro lado, el experimento de Zúrich deja constancia de que el perro no se da cuenta de que está mintiendo. Es decir, una persona adulta es consciente, usa la mentira a posta. Pero los perros aprenden por ensayo y error, no hay un proceso cognitivo de la mentira.
Este tipo de mentiras es, en última instancia, muy comparable a lo que observan en pediatría, en niños pequeños: mienten sin noción de la moralidad que hay detrás de la mentira.
Los perros no mienten sobre el amor y las emociones
Los perros mienten solo para obtener lo que quieren y la mayoría de las veces mienten para lograr más comida.
Para el perro esta manera de usar la mentira es, en realidad, actuar directamente sobre el comportamiento de los demás, en su propio beneficio.
¿Por qué es tan difícil para los animales mentir?
La capacidad de mentir requiere una serie de habilidades cognitivas, y esto no es tan obvio como parece, incluso para nosotros los humanos. Un niño aprende estas habilidades entre los dos y los cinco años, lo que lo convierte en un proceso lento.
Sabemos desde hace décadas que algunos grandes simios pueden mentir. Como ellos, se ha demostrado que otras especies animales, especialmente las aves, tienen la capacidad de engañar a quienes las rodean de una manera bastante sorprendente y eficaz.
Para un ser humano adulto mentir es un acto generalmente controlado. Aunque la moralidad nos insta a evitarlo tanto como sea posible, a menudo mentimos sin siquiera darnos cuenta y con sorprendente facilidad.
Pero a nivel cognitivo no es una operación sencilla. La mentira se basa en varios conceptos que deben entenderse para comprender su complejidad. En primer lugar, es una historia de percepción: cada individuo tiene una percepción única de la realidad.
Sin embargo, el primer paso para influir en la realidad percibida por los demás es ser consciente de que es diferente a la propia: esta es la dificultad inicial.
Una vez que esta noción está en mente, el mentiroso puede influir en lo que el otro percibe para engañarlo. Esto requiere un cierto nivel de abstracción y, por tanto, un cierto esfuerzo cognitivo, lo que representa la segunda gran dificultad.
En la práctica, en las diferentes especies observamos habilidades variables que dependen en gran medida de la motivación que tengan para engañar: búsqueda de alimento, caza, defensa o supervivencia y un largo etcétera.
El mundo animal en general, y el de los perros en particular, nunca dejan de sorprendernos.