¿Cómo castigar a un perro cuando es desobediente?
Se trata de una pregunta compleja, porque los nuevos métodos de educación positiva tienen tendencia a excluir esa palabra, pero el castigo forma parte de las herramientas del educador y es posible castigar manteniéndose positivo.
De entrada, para saber cómo castigar a un perro, hay que comprender que castigar a tu perro no es cualquier cosa; hay que tener cuidado.
Es importante reservar los castigos a las ocasiones excepcionales, y privilegiar otros métodos (refuerzo positivo, sensibilización) siempre que sea posible.
Cómo castigar a un perro y que funcione
El castigo del perro debe ser utilizado de forma excepcional.
Se trata de corregir al perro cuando no hace lo que esperamos de él, ya sea de forma pasiva (no actúa como esperamos), o activa (actúa con un comportamiento no deseado), como por ejemplo, cuando se excede en sus "alegrías" cuando llegamos a casa.
En la mayoría de los casos, es más eficaz orientar al perro sobre el comportamiento que debe tener y premiarlo una vez que lo ha adoptado. De hecho, la motivación que se aporta por la recompensa permite un aprendizaje de mayor calidad.
Para gestionar un comportamiento no deseado, hay que analizar bien dicho comportamiento: qué ha pasado antes, qué lo ha desencadenado en los segundos precedentes.
Pensemos en ver las cosas desde el punto de vista del perro: rara vez nos damos cuenta de nuestro propio estrés, que a veces desemboca en enfado, por ejemplo. ¡Y eso el perro lo ve a la primera!
De forma preventiva, hay que gestionar lo mejor posible el contexto que provoca el problema, y controlar al animal disminuyendo su capacidad de reaccionar: la idea es evitar las situaciones inapropiadas, los factores desencadenantes, todo lo que va a incitar al perro a comportarse mal.
Por ejemplo, atar a un perro que no es muy sociable para evitar que se pelee mientras que aprende a socializar.
Igualmente, hay que reconocer y recompensar las conductas apropiadas: de manera anticipada, podemos reforzar un comportamiento deseado antes de que se produzca un comportamiento molesto. De hecho, podemos desviar la atención del animal mientras todavía se comporte correctamente.
Concretamente, siempre que se castiga a un perro, se debe evitar añadir una molestia al animal: por ejemplo, una corrección coactiva provoca dolor, jugar con el miedo… igualmente forzar una posición es una imposición.
Por el contrario, retirar una recompensa, como cuando el perro no cumple una orden, o cuando su comportamiento es inapropiado, provoca una frustración ligera pero se mantiene una metodología de castigo no coercitiva.
Reglas básicas para castigar a un perro
- Mantente siempre calmado: los nervios amplificarán el castigo de forma errónea.
- Si tus emociones son más fuertes que la razón, corres el riesgo de castigar de forma severa y durante demasiado tiempo, algo que hará que el perro esté estresado, ansioso o resignado.
- Si tu perro reacciona a tu voz, no es necesario hacer nada más.
- Nunca muestre rencor, es una regla universal.
- Castigo inmediato, recompensa incondicional, son las dos regla de la estrategia “dar y dar”: es particularmente eficaz con la memoria asociativa del perro.
- Sé benevolente: la paciencia es una regla de oro, y la educación de un perro puede tomar tiempo.
Hay, evidentemente, casos de perros que no están tan predispuestos a escuchar a su amo, incapaces de concentrarse, y sobre los que es necesaria la intervención física. Esto está reservado a ciertos temperamentos y contextos muy particulares.
La reprimenda física nunca debe utilizarse para suprimir un comportamiento no deseado, corremos el riesgo de crear asociaciones negativas, sobre todo si se produce en los momentos de más cólera.
En algunas ocasiones, se puede considerar como un pequeño “trauma” que provocamos en el perro para protegerlo de un peligro.
Es el caso del perro que corre hacía la carretera y tiramos de la correa para detenerlo, es una reprimenda física abordable, suponiendo que el hecho de verte a ti gritando y en pánico no sea suficiente para captar la atención del animal.
En todos los casos, es conveniente orientar al perro hacía un buen comportamiento (sentarse en el borde de la carretera en el ejemplo anterior) para recompensarlo y mostrarle el buen camino.
Es muy importante que la reprimenda esté siempre acompañada por una recompensa: por ejemplo, antes de tirar de la correa, es conveniente advertir al perro con una orden.
¿Cuándo castigar a un perro?
La condición indispensable del castigo es una aplicación inmediata: un segundo máximo después de la ejecución del mal comportamiento por parte del perro.
Igualmente, hay que dosificar la intensidad del castigo, de manera adaptada hasta que cese el comportamiento inapropiado, y después parar inmediatamente cuando ese comportamiento haya finalizado.
El perro tiene, en efecto, memoria asociativa, lo que significa que asocia un castigo a lo que está sucediendo en ese momento, en el instante presente.
Si el hecho castigado está en el pasado, incluso si es un momento antes, el perro va a tener problemas para comprender el castigo, y existe el riesgo de empeorar la situación (miedo, estrés, resignación, etc.), situaciones que también pueden provocar esos incómodos ladridos...
El error más frecuente es que el amo reconoce la famosa “mirada de culpabilidad” del perro como prueba de que este sabe, moralmente, qué ha hecho mal.
Pero en realidad, hoy sabemos que el perro identifica y reacciona ante la persona enfadada, pero no porque sea consciente de haber hecho algo mal.
Además, el perro es muy hábil para identificar nuestros signos de enfado, incluso antes de que nos demos cuenta.
Por ejemplo, el hecho de anticipar lo malos comportamientos del animal, hace que tengamos una actitud asertiva cuando llegamos a casa (“a ver qué habrá hecho hoy”), y el perro toma la actitud de apaciguamiento de forma inmediata, haya hecho algo malo o no.
¿Los perros entienden los castigos?
Cuando se ha castigado a un perro, siempre hay que asegurarse de que el perro ha comprendido bien el mensaje.
Para eso, tomamos a menudo el ejemplo de alguien que está enfadado, viéndolo a través de un cristal sin escuchar lo que dice, sólo viendo sus gestos y su postura. Esos elementos son igualmente mensajes para el animal, que comprende mejor que las palabras.
Hace falta saber jugar con nuestras emociones para pasar de un modo “colérico” a un modo benevolente, en el segundo exacto en que el perro adopta la actitud que esperamos de él. También se puede jugar con el tono de voz.
El perro es un animal sensible a nuestras emociones, y el simple hecho de decir “NO” con un tono de voz estricto es suficiente para hacer parar a la mayoría de los perros en sus reacciones.
Queda después aprovechar la sorpresa que expresa generalmente, para darle una orden, que se va a reforzar seguidamente. Así, invito al perro a no repetir ese comportamiento indeseado y le muestro qué espero de él después.