Chelsea Finn es la dueña de una perra de raza labradoodle (un cruce entre labrador y caniche) que responde al nombre de Dolly. Dolly adora ir a la playa a jugar con la pelota, según cuenta su cuidadora en Facebook.
Sin embargo, el divertido ambiente de correr para atrapar y traer la pelota en el arenal se torció poniendo contra las cuerdas la salud del animal. Pero, ¿qué pasó exactamente?
Peligro inminente en la playa
Tras el día de playa, Dolly y su dueña volvieron a casa a descansar aunque la tranquilidad duró un instante. La perra comenzó a vomitar sin parar.
Presa del pánico, Chelsea la llevó al veterinario y allí recibió un diagnóstico poco esperanzador tras hacerle una radiografía a la labradoodle.
El susto de su vida
''El susto de mi vida''. Así calificó la mujer las palabras del doctor. La radiografía mostró que la perra sufría una obstrucción intestinal causada por la ingesta de arena.
Al parecer y a tenor del testimonio de Chelsea, Dolly cogía la pelota y al mismo tiempo ingería parte de la arena que se tragaba después. El problema, según el veterinario que atendió a la perra, viene de lejos. Es decir, la obstrucción no suele ocurrir un día puntual.
Sin tiempo que perder, el doctor operó de urgencia a la labradoodle. Una intervención compleja que cuenta con un postoperatorio largo. Por suerte, Dolly se recuperó de la intervención.
Esta historia fue publicada por la dueña de la perra hace un año. Hoy, con el buen tiempo llamando a la puerta en gran parte de España, la rescatamos para concienciar de los peligros que acechan a los perros en las playas.