El caso de los gatos con rasgos autistas ha comenzado a debatirse en los últimos años, y ha generado investigaciones que buscan comprender cómo puede manifestarse esta condición en los felinos.
Aunque está mucho menos documentado que en humanos, el autismo en gatos es un fenómeno que merece un análisis más profundo, especialmente si se quiere mejorar su bienestar y el vínculo con quienes conviven con ellos. ¿Los gatos pueden ser autistas? ¿Cómo saber si mi gato es autista?
¿Los gatos pueden ser autistas?
Aunque todavía se está estudiando, el autismo en gatos se define generalmente como un conjunto de alteraciones del comportamiento que dificultan las interacciones sociales, la comunicación y la adaptación a cambios en la rutina del animal.
En el caso de los gatos, esto podría deberse a alteraciones en el sistema nervioso central, que afectan su manera de percibir y responder a estímulos externos.
Estos trastornos, aunque poco estudiados, podrían explicar ciertas conductas inusuales, como evitar el contacto físico o no reaccionar ante estímulos sociales.
Aun así, no existe por el momento un diagnóstico oficial ni un consenso claro sobre lo que significa exactamente el "autismo" en gatos.
Síntomas de un gato autista
¿Cómo saber si tu compañero felino podría presentar conductas relacionadas con el autismo? Identificar este tipo de comportamiento no siempre es sencillo, ya que muchos de los signos pueden confundirse con otros trastornos comunes en gatos.
Aun así, existen algunas señales que podrían indicar la presencia de alteraciones similares a las del espectro autista en humanos. Estos son algunos de los síntomas más frecuentes:
Conductas repetitivas: el gato puede realizar los mismos movimientos o acciones de forma compulsiva, como caminar en círculos o lamerse en exceso.
Tendencia al aislamiento: algunos gatos con estas características evitan el contacto con personas u otros animales. No buscan caricias ni muestras de afecto.
Reacciones exageradas o ausentes ante estímulos: puede haber una respuesta desproporcionada —o ninguna— ante sonidos, luces o movimientos.
Dificultad para adaptarse a cambios: les cuesta ajustarse a nuevas rutinas o entornos, como una mudanza o la llegada de alguien nuevo a casa.
Hipersensibilidad: en algunos casos, muestran una sensibilidad extrema al tacto, a la temperatura o a otros estímulos físicos.
Un ejemplo de ello es precisamente la hipersensibilidad, que lejos de estar relacionada con el autismo en gatos, puede tratarse de un caso de hiperestesia en gatos. Así lo aclara el veterinario Manuel Manzano:
Muchos pueden estar relacionados con situaciones de estrés, experiencias traumáticas o trastornos neurológicos. Por eso, siempre es recomendable consultar con un veterinario especializado en conducta para evaluar cada caso de forma adecuada.
¿Cómo saber si mi gato es autista?
Detectar problemas comúnmente asociados al autismo en gatos no es fácil, ya que no existe una prueba oficial ni un método de evaluación estandarizado. Aun así, observar su comportamiento cotidiano puede ofrecer algunas pistas.
Si el animal tiende a evitar el contacto visual o no responde a señales básicas, podría tener dificultades para procesar estímulos sociales.
También puede llamar la atención una aparente indiferencia ante ruidos fuertes, personas o la presencia de otros animales, lo que podría apuntar a un trastorno neurológico.
Esto no significa que haya un diagnóstico claro de autismo, pero sí puede ser una señal de alerta que justifique una evaluación profesional.
Aunque no se trate de un caso de autismo, consultar con un veterinario conductista puede marcar la diferencia y ayudar a mejorar su calidad de vida.
Mi gato es autista: qué hacer
Convivir con un gato que presenta comportamientos relacionados con el autismo en humanos puede ser un reto, pero también una oportunidad para crear un vínculo basado en la comprensión y el respeto.
Estos gatos suelen ser menos propensos a buscar contacto social, por lo que es fundamental adaptar el entorno a sus necesidades específicas. Aquí van algunas recomendaciones que pueden ayudar:
Crear un entorno tranquilo: reducir ruidos y estímulos externos puede contribuir a que el gato se sienta más seguro y menos estresado.
Establecer una rutina estable: las rutinas ofrecen previsibilidad, algo especialmente valioso en gatos con dificultades para adaptarse a cambios. Mantener horarios fijos para la comida, el juego y otros momentos del día puede marcar una gran diferencia.
Evitar cambios bruscos: modificar con frecuencia el entorno puede generar ansiedad. Es preferible conservar objetos y espacios conocidos para facilitar la estabilidad emocional.
Ofrecer estimulación adecuada: aunque no siempre busquen contacto físico, muchos gatos disfrutan de estímulos sensoriales concretos, como juguetes interactivos, rompecabezas de comida o zonas de descanso acogedoras.
Consultar con un veterinario especializado: algunos de estos comportamientos pueden estar ligados a afecciones médicas o neurológicas. Un profesional con experiencia en conducta felina puede ofrecer una evaluación precisa y orientar el tratamiento si es necesario.
Conclusiones
En resumen, aunque el "autismo felino" no está oficialmente reconocido como diagnóstico clínico, es una realidad que merece atención.
Detectar signos de alteraciones en el comportamiento y buscar ayuda profesional puede mejorar notablemente la calidad de vida del gato.
Con el entorno adecuado, es posible que lleve una vida tranquila, plena y adaptada a su manera de relacionarse con el mundo.