La terapia con perros se cruzó en la vida de Nicolás Montes y Mariola Cruz hace seis años. Aunque los animales habían estado muy presentes en sus vidas desde la infancia, sus carreras en principio tomaban otros caminos: él estudió Pedagogía y ella Filología Inglesa y Turismo.
Trabajar en terapia con perros
El punto de inflexión llegó con el Máster de Aplicaciones del Perro a la Terapéutica Humana de la Universidad de Sevilla, donde Nicolás descubrió cómo fusionar sus dos pasiones: la enseñanza y el mundo canino.
Mariola también quedó prendada de este universo y comenzó a formarse en el ámbito de la terapia asistida con perros, un área que cada vez gana más reconocimiento por sus beneficios emocionales, físicos y sociales.
Así nació la familia de Hachiko Educación Canina, que hoy realiza Terapia Asistida con Perros en el Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada y en varios centros de la provincia.

Los pilares de esta familia son Padi, Garbanzo, Pecas y Rufino: cuatro perros con personalidades muy distintas que aportan un toque único en cada sesión. Además, destacan por ser perros mestizos, algo poco habitual en el ámbito de las terapias con animales.
La terapia con perros, cada vez más reconocida
Hoy existen numerosas evidencias de que los perros contribuyen de forma positiva a la sociedad, al lograr una mejora integral en la calidad de vida de las personas.
Expertos como Nicolás y Mariola en Granada, o los equipos del Hospital Clínic en Barcelona, corroboran que el vínculo afectivo con un perro de terapia puede marcar la diferencia en el bienestar de los pacientes.
Un buen ejemplo son las historias de Marc, Sofía y María con los perros del Hospital Clínic y el Centre d’Educació Especial Pedralbes, recogidas en este emotivo vídeo:
Hachiko en entrevista con Wamiz
–En la terapia con perros de asistencia, ¿qué papel juega la vocación?
La vocación es importantísima. La terapia con perros debe apasionarte para que funcione. Te enfrentas a situaciones difíciles, trabajas con personas mayores en un estado mental y físico que muchas veces no son los mejores por su deterioro cognitivo y alta demencia.
También vemos a niños con discapacidades que les afectan bastante o niños que padecen cáncer. Si no es vocacional y no te gusta, estás abocado al fracaso.
Si lo haces por dinero, olvídate, con esto no te vas a hacer rico. La satisfacción más hermosa es ayudar con tus perros a personas que lo necesitan, brindarles un buen rato junto a ellos.

–¿Los procesos de trabajar con niños y mayores tienen algo en común o son muy diferentes?
–El protocolo de actuación es similar. Hay una presentación grupal y luego una presentación individual de los perros con cada usuario; desarrollamos una actividad central que cambia cada semana, dependiendo de las necesidades. Y al final hay una despedida.
Siempre nos coordinamos con el equipo terapéutico y psicológico del centro para marcamos unos objetivos. A partir de ahí, llevamos a cabo una actividad donde el perro es protagonista para que interaccionen con los pacientes.
El objetivo puede ser físico, emocional, social o cognitivo. Con los chavales las actividades son más dinámicas, colaborativas, ayudarles a gestionar la frustración; con los abuelos, por ejemplo, trabajamos la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo, la psicomotricidad tanto gruesa como fina, entre otras finalidades.
La intervención del perro en terapia
–¿Cómo enseñáis a los perros para que actúen en terapia?
Los perros los tenemos desde cachorros y desde pequeños hacemos ejercicios enfocados a la terapia. El estado emocional de los perros de asistencia es importante, que el perro esté tranquilo.
Al perro hay que enseñarle a acercarse al usuario, apoyar su cabeza sobre el regazo de la persona; le enseñamos que comprenda que será acariciado, también a estar quieto, sentado en una silla o tumbado…

Es básico que le guste el contacto social, por eso siempre situamos al perro en un sitio que pueda ser acariciado y querido de una forma coherente, sin agobiarle.
Siempre hay que reforzar el estado emocional tranquilo del perro. Si vemos que alguien pasa de esa presión y abusa del perro, lo frenamos de inmediato y si lo hace asiduamente, por desgracia no puede venir a nuestras sesiones.
–Del equipo de perros, ¿quién conquista más corazones?
Padi es el preferido de todos. Además, ¡Padi no hace caso en las sesiones! –explica Nicolás entre risas –. De hecho, nosotros le dejamos que trabaje por su cuenta. Él solo se coloca cerca del usuario, mete su cabecita entre las manos para que lo acaricien, se sube encima de ellos…
–Imagino que cada uno de ellos cumple una función.
Padi va mejor con los abuelos, o con los usuarios de Aspace que tienen parálisis cerebral, por ejemplo.
Garbanzo es una gran perro manta. Ella trabaja mucho junto a los fisioterapeutas para que se tumbe al lado de los usuarios en las colchonetas. Así el fisioterapeuta puede trabajar bien la manipulación en la espasticidad que tienen estas personas.

Pecas es un poco más enérgico, es un monstruo en habilidades caninas y lo llevo para hacer alguna demostración. Eso no es terapia en sí misma, pero a la gente le gusta y es otra forma para interaccionar con el perro.
Rufino es el pequeño de la casa. Es un todoterreno de tres años y ha interiorizado muy bien su papel de terapeuta. Es el que más participa en las terapias últimamente. Me da más seguridad y confianza. Lo mismo hace el papel de Garbanzo que cualquier otra actividad.
–Confesad, ¿cuántos pacientes han querido quedarse con los perros.?
¡Todos! Siempre hay alguien que dice “anda, déjanos a Padi (o Garbanzo, cualquiera de los cuatro) con nosotros unos días”. Y siempre tenemos que recalcar que volvemos cada semana, que van a estar un rato con ellos. Adoran a los perros. Crean un vínculo con indescriptible.
–¿Hay alguna sesión que os haya marcado especialmente?
(Mariola). En una de las residencias de mayores, hay un abuelo que padece demencia severa y Alzheimer. A veces le pega a los cuidadores.
Pero cuando llegan los perros, los abraza, los acaricia con mucho cariño, con suavidad, les tararea… Los profesionales que le cuidan dicen que el único rato está tranquilo y en paz es con los perros.
(Nicolás). Aunque más o menos te acostumbras a ciertas situaciones, una vez me tuve que salir de la sesión para echarme a llorar. Era una niña en estado terminal. Y ese día con los perros, la cría fue feliz. No pensaba en si estaba enferma o no. Disfrutó ese tiempo con los perros como si se parara el tiempo.
Lo primero en terapia asistida: el perro
–¿Para los perros intuyen las circunstancias en las que participan?
Los perros disfrutan. Reciben lo que más les gusta en el mundo, las caricias; le damos premios de vez en cuando, jugamos con la pelota... Pero ellos saben que están trabajando.
Son muy buenos. Están muy pendientes de nosotros, intuyen lo que quieres hacer con los pacientes, saben cuáles son los momentos de tranquilidad. No les supone ninguna carga.
Lo principal en la terapia con perros son los perros y ellos tienen que estar bien".
Eso sí, a veces cuando terminamos alguna sesión, los llevamos al campo para que desfoguen y disfruten de una manera más perruna.

–Tras estos años de experiencia, ¿cómo recordáis las primeras sesiones?
Las recordamos con un poco de inseguridad, incertidumbre… y con gran emoción, con muchísima ilusión, con ver por fin que toma cuerpo lo que has aprendido durante años.
–¿Cuál es vuestro mayor aprendizaje?
Trabajamos con un ámbito de aplicación enorme, desde adolescentes hasta personas mayores con demencia, Alzheimer; niños con autismo, niños con parálisis cerebral, personas con adicciones, niños de oncología pediátrica...
Aprendemos de los trabajadores, los usuarios de las terapias nos enseñan a diario y por supuesto aprendemos de nuestros perros al ver cómo interaccionan con cada persona.
Estudiar terapia asistida con animales
–Si alguien contacta con vosotros para deciros que quiere dedicarse a esto, ¿qué le diríais?
Lo primero que estudie para la terapia asistida. Esto no es fácil y hay que formarse bien. Se necesita mucho tiempo, mucha paciencia, tocar a muchas puertas, empezar cobrando poco.
Tienes que ser profesional, saber qué necesita cada usuario, situaciones que no te van a gustar o no te esperabas, saber de perros, qué necesitan tus perros y dedicarles tiempo de calidad a los perros.
Nosotros llevamos 10 años en el mundo del perro y 6 con la terapia y ahora es cuando se nos está reconociendo nuestra labor.
–¿Lo mejor de trabajar en terapia con perros?
Tenemos la fortuna de dedicarnos a algo que nos apasiona, de ayudar a personas con nuestro trabajo y es lo que nos da de comer. Somos unos privilegiados. Es un trabajo muy bonito, sin olvidar que la vocación es esencial.